La vida es corta, aprovéchala. Nunca sabes
dónde vas a encontrar la felicidad, a esa persona que lo de todo por ti sin
pedirte nada a cambio. Esa persona que ilumine tus mañanas y desordene tus
noches. A veces dura poco, a veces no llega a nada más, pero puede ser
igualmente bonito, y ese recuerdo se queda ahí, pase lo que pase.
A veces lo estropeamos, a veces no queremos
ver más allá de nuestras dudas. A veces necesitamos a alguien que nos guíe en el
camino. A veces las cosas se tuercen, por muy bonito que fuera todo, y te
quedas con un pensamiento y sensación agridulce, de que algo no encaja, que
algo se te escapa a la comprensión. Los días se te hacen eternos, intranquilos.
Y llega la noche y no es mejor. Los pensamientos te envuelven la mente, el
corazón y el alma.
Y es ahí cuando decides que no puedes seguir
así, que tienes que vivir, y lo que sea para ti llegará de un momento a otro,
sin prisa, sin presión, cuando menos te lo esperes, de la manera más
inesperada posible, porque así suceden las historias más bonitas. Si dejas
pasar el tiempo y no forzar las cosas, vienen solas, como las personas a las
que verdaderamente importas. Ni el tiempo ni el espacio pueden separar a dos
personas que están destinadas a tener una relación, amorosa o de amistad. Ni las
peleas, dudas, enfados… pueden separarlas si de verdad quieren formar parte de
la vida de la otra persona.
Te lo estás
perdiendo, te estás perdiendo todo, me estás perdiendo a mí, porque hasta yo me
estoy perdiendo a mí misma.
Yo te espero así, viviendo mi vida, haciendo lo que me gusta, pensándote todos los días, sin saber si tú haces lo mismo. Te espero con mi mente en otra parte porque así me he quedado, pensando en lo que fue y pudo ser. Te espero pensando que algún día te des cuenta del error que has cometido dejándome ir, alejándome de ti, apartando algo que te hacía sonreír y que te hacía feliz. No te aseguro esperarte eternamente, porque quizás cuando decidas volver yo ya no esté.
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