18 de octubre de 2011

Este es el principio de un relato en el que estoy trabajando.



            Tal vez algunos se pregunten cómo es ser otra persona, cómo es sentir cosas que nunca has sentido antes, conocer a gente que nunca imaginaste conocer o pensar de un modo diferente dependiendo de la piel en la que te encuentres. Algunas personas han cambiado su forma de ver el mundo por lo dura que ha sido su vida; otras, por las personas que le rodean; y otras, porque siempre han sabido que no pertenecían a las normas que los demás predicaban. Ava era una de esas personas que siempre había tenido la sensación de no pertenecer al mundo como casi todos lo conocen, pues pensaba que había algo más que lo que conocía hasta entonces. Estaba segura de que algo diferente estaba a punto de ocurrirle.

        Ava tenía entonces 19 años casi recién cumplidos, venía de una familia de clase media y a la que quería con locura. Vivía en una pequeña casa al sur del país y siempre le gustaba rodearse de amigas con las que hablar de todo. Entonces estaba en segundo de carrera de Bellas Artes: el arte le apasionaba porque pensaba que trascendía el mundo en el que vivimos, que nos hacía ver diferentes mundos donde todo es posible. Allí conoció a muchos compañeros que le mostrarían opiniones diferentes sobre las cosas, y eso le hizo reflexionar sobre su vida, si la estaba viviendo tal como ella la sentía o acorde con las ideas establecidas en la sociedad. Aparte de sus compañeros de carrera, también tenía otros amigos con los que le gustaba estar, aunque muchas veces sentía que no encajaba en los diferentes grupos en los que estaba porque no se sentía ella misma. Esta sensación la llevaba cargando desde siempre, pero se hizo más intensa a medida que pasaban los años.

         Ya desde muy pequeña soñaba con hacer algo grande, con poder ayudar a los demás y poder mejorar un poco el mundo. Lo que no sabía era que el mundo la iba a ayudar antes a ella a saber quién era realmente y qué era lo que buscaba en la vida. A sus 19 años había conocido a mucha gente, y estaba en la época de salir con chicos, de enamorarse, quizás de desenamorarse y de vivir nuevas y únicas experiencias, pero a ella no le atraían los chicos tanto como a sus amigas, los veía como amigos y a alguno que otro con alguien con el que pudiera estar unos días y ya está. Recordaba aquel chico que conoció en un bar al que iba mucho: fue su primer y único novio hasta el momento, pero nunca se enamoró de él. Supo desde el primer momento que no era más que uno de esos chicos que pasan por tu vida y que, sin ser vistos, se van. Supo que no sería la persona con la que soñaría cada noche y con la que pasaría el resto de su vida, a diferencia de lo que muchos piensan cuando llega esa primera persona. Para Ava fue muy distinto, aunque eso no significaba que no le doliera decirle a ese chico que no le quería; no era una mala persona que quisiera jugar con los demás, sino una que no había encontrado lo que buscaba realmente. Casi todos los chicos entraban y salían tan desapercibidos ante sus ojos que llegó a pensar que era demasiado exigente, que no le bastaba con que tuvieran un buen físico y ser amables, sino que buscaba otras cualidades. Por este motivo no quería tener ninguna relación seria con ningún chico, les quitaba toda posibilidad de tan sólo pensarlo, porque tenía miedo de empezar algo que sabía que no duraría e incluso por poderse fijar en otra persona que no esperaba.

         Solía salir mucho con sus amigas, ellas hablaban mucho de chicos (tema corriente entre adolescentes y jóvenes), pero casi nunca podía añadir información sobre las relaciones entre chico y chica porque no tenía muchas. Eso sí, tenía muchos hobbies y cada vez que se apuntaba a alguna clase nueva conocía a gente tan diferente como interesante, lo que le producía buenas vibraciones y le hacían sentir bien.

          Era la era de las tecnologías, todo el mundo conocía Internet y el poder que éste ejercía sobre los jóvenes: chicos y chicas intentaban conocer gente, amigos, el amor… y cada vez que abrías el correo te encontrabas con mensajes de gente que quería una cita contigo sin saber si quiera cómo se llamaba. Era un caos para gente que como Ava no quería saber nada del tema por el momento. Menos mal que estaba a principios de curso y esperaba conocer a gente nueva con la que poder compartir inquietudes o al menos pasar un buen rato.

          Cuando se trataba de ayudar, era la primera que salía voluntaria a cuidar de sus amigas cuando algo les ocurría, y muchas veces apreciaban sus buenos consejos que daba a tiempo. Uno de los días de la segunda semana de clases se percató de que una amiga suya necesitaba alguien con quien hablar, así que la acompañó hasta su clase para hablar por el camino: se trataba de su mala suerte en el amor, “de arriesgar tanto para nada”, decía Lexie. Ava le dio unos cuantos consejos para que fuera más despacio la próxima vez, que no se preocupara porque a ella la tenía para lo que fuera, pero que viviera las cosas como ella quería “porque nadie lo hará por ti, y no esperes que lo hagan”. Se dieron un abrazo y se fueron a sus respectivas clases, sin aparentemente nada que pudiera llamar su atención. Tras las clases se fue a casa, cansada por el duro día que había tenido, encendió el ordenador para ver su correo y de repente Lexie la llamó por teléfono. “¿Qué le habrá pasado esta vez?, preguntó. Al parecer, no eran malas noticias, sino buenas: una compañera de Lexie las vio hablar y pensó que podrían quedar algún día de este semana para conocer a Ava, porque le pareció una buena amiga al ayudar a Lexie. Ava nunca había oído hablar a Lexie de esa tal Nicole y le pareció extraño que le dijera de quedar, pero aceptó.

         Ese fin de semana quedaron las tres con más amigos, por si la situación se volvía incómoda. La primera vez que vio a Nicole, su cara le resultó familiar, no sabía por qué. Tenía un aspecto diferente a la de las otras chicas, no vestía igual y la miraba de un modo diferente que a los demás. Sintió una sensación que no había sentido antes, no podía ni mirarla por la vergüenza que sentía al saber que estaba a su lado y no poder decir ni una palabra, y lo más extraño es que Nicole parecía sentir lo mismo. La conversación se estableció cuando Nicole dijo:

-       - El otro día te vi por el pasillo de la facultad, pero no me atreví a decirte nada, pensé que te asustarías y no sabrías quién te estaba hablando.
-       -Oh, no sabía que me conocías de vista.
-       -Sí, la verdad es que te he visto con Lexie unas cuantas veces por allí y me llamaste la atención. Fue el otro día cuando me atreví a decir que nos viéramos, porque tenía muchas ganas de conocerte.
-       -Vaya. ¿Y cómo es que tenías ganas de conocerme?
-       -Puede ser porque me atraes.
-       -¿Yo? ¿En serio? Vaya, es la primera vez que me lo dice una chica. No sé qué decir.

          Es verdad, era la primera vez que le pasaba, y no sabía cómo reaccionar, no le habían preparado para eso. Pero no estaba incómoda, es más, se sentía bien, no era la primera vez que conocía a una chica a la que le gustaban las chicas (y puede que chicos también), pero sí era la primera vez una chica le decía esas cosas. Lo más inquietante era que le parecía que esa situación que estaba viviendo era la mejor sorpresa que había tenido en mucho tiempo, y aunque al principio era reacia a aceptar la invitación a conocerla, ahora le parecía que había hecho bien en salir con ellas. Nicole parecía buena chica y le invadió la sensación de comodidad cuando estaba con ella hablando, aunque se ponía muy nerviosa de vez en cuando. Puede que estuviera empezando a sentir algo más por ella.

        En realidad siempre lo supo, supo que la vida que tenía no era la suya, que había algo que el mundo le escondía para presentárselo cuando menos se lo esperara. Ese momento era ahora, sentada al lado de Nicole, que la miraba con una sonrisa y ojos atentos. Ahí fue cuando se dio cuenta y pensó que no era la primera vez que una chica le atraía, lo había sentido antes, pero no lo sabía con certeza o no se atrevía a decirlo porque no sabía cómo. ¿Cómo te enfrentas a una situación así si no te han hablado abiertamente sobre ello? No era absolutamente nada malo lo que sentía, pero habría agradecido que sus personas más cercanas hubieran hablado más sobre el tema.

         Tras un rato hablando sobre temas diferentes: hobbies, música (que a las dos les encantaba), estudios, familia… llegó la hora de irse. No sabía cómo despedirse, no quería ir tan rápido. Se quedaron a solas atrás mientras las demás iban delante, y ambas de pararon. Hubo un silencio. Ava estaba entre emocionada, contenta y nerviosa, nunca antes le habían temblado tanto las piernas y sentido el sudor frío que te recorre todo el cuerpo. Tampoco había besado nunca a una chica, no sabía cómo sería, aunque imaginaba que mejor que a un chico. Se aventuró a darle un beso y sintió ese cosquilleo tonto que dicen las adolescentes, esa sensación de hacer lo que realmente le gustaba y quería en el mundo, dejando atrás estereotipos y normas. Y realmente lo sintió, estaba más segura que nunca, que esa era lo que quería en ese momento, estaba viviendo lo que ella quería vivir desde siempre. No se quería hacer ilusiones, pero en cierto modo creyó que no terminaría ahí, en un simple beso de chicas.

        Nicole acompañó a Ava hasta el final de la calle 32, y después se separaron. Cuando llegaron a casa pasaron toda la noche hablando sobre lo ocurrido, estaban bien y querían volver a quedar, intentar que todo saliera bien antes de poder tener una relación más seria. Ava sentía una conexión que hasta entonces no había tenido con nadie, se sentía libre, libre de poder hablar de lo que fuera, de sus sentimientos, de lo que era porque había otra persona con más experiencia que la entendía.   








Escrito por Mandarin.