No somos los mismos que un día fuimos.
El tiempo todo lo cambia, aunque a veces no
nos demos cuenta.
Los fríos inviernos llegan a su fin, el abrigo
en el que una vez nos sumergimos, ya no volverá.
Los relojes marcan la misma hora en la que
dejamos de ser quiénes nos gustaba ser. Ese tic-tac insoportable se mete en mi
cabeza recordándome que el tiempo fluye.
Todo en lo que nos hemos convertido es
producto de nuestras decisiones y nuestras circunstancias. Quizás alguna vez se
reencuentren, bajo un aspecto diferente, tan diferente que quizás ni se
reconozcan.
Estamos hechos de razón e intención, y esto es
lo que marca toda nuestra existencia. Nos adaptamos a los hechos y situaciones,
intentando dejar nuestra esencia intacta.
Pero las lecciones de la vida nos hacen
madurar, unos lo hacen antes y otros prefieren esperar a que la venda se caiga
por sí sola.
Y mientras crecemos, esperamos que la vida nos
sorprenda despiertos, buscando un nuevo sueño y algo para recordar.
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