22 de marzo de 2016

Dos huellas en un mismo corazón




Una blanca y otra rubia atigrada.
 
Nacidas de diferente madre y de diferente padre, pero hermanas de corazón.
Dos bolitas de pelo que llenan mi existencia y que sin ellas ya no soy nadie.

Nana, llamada “gordi”, nube de algodón, blanca como la nieve, no tiene un ápice de oscuridad, ni en su rostro ni en su alma. Dos años de amor y ternura lleva regalándome, felina de ojos verde esmeralda y nariz rosada. Tranquila, cariñosa y apacible, a veces independiente pero siempre buscando calor humano. El agua la enloquece, de pequeña me perseguía a todas partes. Ahora, abridora de puertas y amante del sol. Adoptada con un mes, delgadita y con el pelo de punta, la cogí en brazos y la llevé al coche. La pobre maullaba al no saber quiénes éramos ni adónde la llevábamos. Llamada Nana porque era muy pequeñita (enana). Buena como ninguna, quedó dormida  casi al volante, después de mis besos y caricias de copiloto. Pequeña como un botón, se escondía debajo del frigorífico, llorando en voz bajita cuando nos escuchaba volver a casa. Pronto se adaptó a su vida llena de juegos, mimos, comidas y largas siestas. Amiga de perros y gatos, tortugas y cobayas, y alarma en forma de mordiscos en la nariz y besitos. Querida por todos y amada por mí, su madre, durante todo lo que lleva de vida y lo que le queda de ella.

Queen, reina pelirroja en todo su cuerpo. Cola de pincel cuya punta, blanca como la nieve, robó color a su hermana. El rojo fuego define su carácter vivo y travieso. Un año de existencia lleva regalándome, felina de ojos almendrados y nariz color tierra. Algo revoltosa, pero también cariñosa y buena, siempre buscando calor humano y juegos con su madre y hermana. Amante de la comida y del sol, me persigue desde pequeñita a todas partes. Adoptada con dos meses, delgadita y con el pelo de punta como su hermana, atigrada cual tigre de Bengala, la cogí en brazos por primera vez con un mes y poco en la casa donde vivía antes de ser adoptada, y poco después la cogí en brazos hasta el coche, donde se quedó tranquila en el trasportín, dormida pero atenta hasta llegar a casa. Pequeña como un botón, llamada Queen por el grupo favorito de su mami, se escondía debajo del sofá, callada o llorando a veces con voz bajita avisando de que estaba ahí. Pronto se adaptó a una vida feliz llena de juegos, comidas y largas siestas. Amiga de perros y gatos, tortugas y cobayas, que cuida a su hermana como a un tesoro, cariñosa a su estilo y alarma en forma de “acurrucamientos”, como su hermana mayor. Querida por muchos y amada por mí, su madre, durante todo lo que lleva de vida y lo que le queda de ella. 

Y las dos, unas preciosas y perfectas mininas para su madre, que las ama con locura. 

You light up my life.  

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